Lo que está en disputa no es la vacuna de la COVID, son las instituciones

Con la pandemia, la salud entró en agenda. La contracara del ejército de especialistas que colmó los espacios televisivos fue otro batallón, de igual (o mayor) tamaño, de periodistas, comentaristas y opinólogos que, con docta autoridad, aconsejaron a las autoridades sanitarias sobre todas y cada una de las medidas que debían ser implementadas.

 

En este escenario, ¿cómo hacemos para influir para que se tomen las mejores decisiones?

 

La agenda pública es un espacio de debate, de disputas y de construcción de sentidos que tiene reglas muy distintas a las que médicas y médicos estamos acostumbrados y en el que somos sólo un actor más.

 

¿Qué quiero decir con esto? El debate público no se gana con argumentos técnicos, se gana cuando se movilizan sentimientos. Es altamente probable que un cantante pop o una vedette sean más influyentes que un aburrido profesor.

 

Esto lo saben muy bien los medios de comunicación que construyen su agenda con mentiras o dudosas verdades y que prefieren atacar personas en lugar de discutir ideas.

 

Lo que no podemos perder de vista es que, muchas veces, detrás de estas discusiones lo que está en disputa son nuestras instituciones.

 

Tomemos el caso de la vacuna. La aprobación de la vacuna depende de la ANMAT pero se la saca del medio como si no existiera. De esta manera no sólo se debilita a la ANMAT, también se debilita al resto de las instituciones sanitarias que quedan borradas para darle lugar a personajes con más rating.

 

¿Cómo defendemos los médicos nuestras instituciones?, ¿sabemos cómo funciona la ANMAT? ¿Conocemos su trayectoria?

 

Como científicos ¿Nos hemos involucrado? ¿Sabemos cuáles son los criterios que prioriza la ANMAT en sus procedimientos?

 

Como representantes del campo académico e integrantes de sociedades científicas que respetan a la FDA, ¿nos involucramos, conocemos y respaldamos a la ANMAT?

 

Escuchamos constantemente, y a veces repetimos, que éste es un país poco serio. Miramos con admiración a países desarrollados y aplaudimos comportamientos ciudadanos que obligan a sus autoridades y al mercado a actuar a favor de la población. Afirmamos que la construcción de la salud no se limita a diagnosticar y tratar personas enfermas, propusimos acrecentar nuestro compromiso ciudadano, salir del espacio privado y ocupar el espacio público.

 

Lo que está pasando con la vacuna muestra que no nos equivocamos, que es necesario defender a las instituciones y las políticas que beneficien a la comunidad en general. Debemos pensar cuáles son las estrategias necesarias. ¿Necesitaremos involucrar a gente del espectáculo?, hagámoslo, ¿Necesitaremos realizar acuerdos para que los/las trabajadores de la salud den siempre información fidedigna? hagámoslo. ¿Necesitaremos ocupar nuestro tiempo construyendo alianzas con otros sectores?, hagámoslo también.

Defender la salud implica fortalecer nuestras instituciones.

 

Mariano Moreno, en 1810 escribía: “En tan críticas circunstancias todo ciudadano está obligado a comunicar sus luces y sus conocimientos; y el soldado que opone su pecho a las balas, no hace mayor servicio que el sabio que abandona su retiro y ataca con frente serena la ambición, la ignorancia, el egoísmo y demás pasiones, enemigos interiores del Estado, y tanto más terribles, cuanto ejercen una guerra oculta y logran frecuentemente de sus rivales una venganza segura. Me lisonjeo de no haber mirado con indiferencia una obligación tan sagrada, de que ningún ciudadano está exceptuado…

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Por: Alejandra Sánchez Cabezas

Artículo escrito para la RAM (Revista de la Sociedad Argentina de Medicina),

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